“No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes.”
Jesús a Sus seguidores
{Juan 14:18}
Me encanta el día de la madre porque tengo una inmensa gratitud por mi mamá y su impacto en mi vida (recuerda inscribirte para nuestra cabina de fotos desde el auto el día de la madre en cada una de las sedes de Rock Bridge). La pregunta “¿dónde estaría yo sin ella?” me motiva a agradecer a Dios por el regalo que son mi mamá y todas las madres.
Los discípulos de Jesús estaban haciendo una pregunta similar a medida que Jesús comenzaba a prepararlos para Su partida física de la tierra. ¿Qué harían ellos sin Jesús a su lado? Jesús usó la metáfora de un huérfano para darles seguridad y esperanza en el hecho que Él no los iba a abandonar, sino que estaría con ellos por medio del Espíritu Santo habitándolos.
Tan impensable como sería olvidarnos de nuestras madres (¡especialmente el día de la madre!), muchos de nosotros y nuestras iglesias nos olvidamos del Espíritu Santo (ver artículo en el blog, “El que ha sido olvidado”) con el resultado práctico de vivir como huérfanos espirituales.
Los huérfanos espirituales manifiestan algunas (o todas) de las siguientes características:
- Ellos viven como si todo depende de ellos.
- Ellos creen que Dios es distante, desconectado, negligente o que no existe.
- Ellos anhelan ser aceptados, pero no saben cómo o si alguna vez lo serán.
- Ellos viven como quien está afuera mirando hacia a dentro.
- Ellos son buenos con la religión (listas de lo permitido y lo prohibido).
- Ellos no son buenos en una relación personal con Dios.
Sin embargo, la buena noticia es que ¡así no tenemos que ser nosotros! Dios nos ha dado Su Espíritu y Jesús dijo que ¡el Espíritu viviendo en nosotros es MEJOR QUE Jesús junto a nosotros! (Juan 16:7). No somos huérfanos, aunque seamos tentados a vivir como tales.
Es posible que me guste la analogía del huérfano porque mis 2 hijos antes eran huérfanos, por lo tanto, he visto de primera mano la crisis de huérfanos en el mundo. Pero, también he visto la transformación de dos niños que ya no viven como huérfanos. Ellos ahora viven como mis hijos. Ellos llaman a Beth “mami” y a mí “papi”. Ellos viven en nuestra casa, pero no como invitados temporales sino como residentes permanentes. Ellos nos piden comida, ayuda, oportunidades para divertirse, y sí, ¡también dinero!
¿Por qué? Porque ellos ya no son huérfanos, ahora son nuestros hijos.
¿Será posible que tu te sientas mejor viviendo como un huérfano que cómo un hijo de Dios siendo el hogar de Su Santo Espíritu? ¿Te imaginas cómo sería tu vida, si en realidad vivieras con Dios en el hogar de tu corazón como un residente permanente disfrutando de todos los privilegios de ser Su hijo?
Debido a que Jesús hizo todo lo que se requiere legalmente para que Dios nos adopte (Romanos 5:1-2), y dado que el Espíritu de Dios ha sido depositado en los corazones de los que creen (Romanos 5:5), ciertamente no somos huérfanos de Dios, sino que tenemos la capacidad de conocerlo y ser llenos de Su plenitud (Efesios 3:16-19).
Entonces, ¿cómo viven los “no …huérfanos”?
Por fe.
Recuerdo cuando conocimos por primera vez a nuestros hijos en su orfanato en Etiopia. Ellos nunca nos habían visto, pero habían oído que vendríamos por ellos como sus padres legales. Esas interacciones iniciales fueron todas por fe, ya que ellos tenían que confiar en nosotros como sus padres en lugar de vernos como extraños.
Dios no quiere ser un extraño. Él desea ser nuestro Padre y vivir en nosotros por Su Espíritu. Esto siempre es un acto de fe.
Con confianza.
Tomemos un momento para interiorizar esto: el Dios vivo, eterno y todopoderoso está contigo y vive EN ti. La presencia trae confianza, pero no la confianza en sí mismo que el mundo dice que necesitamos, sino la confianza en Dios que dice “en Cristo tengo todo lo que necesito para cumplir mi propósito, y para tener gozo eterno”.
En una relación.
La vida eterna no es ir al cielo cuando mueras. Es una relación viva y activa con Dios, la cual inicia en el momento de la salvación/adopción y continúa por siempre en la eternidad. Por lo tanto, nosotros experimentamos Su presencia porque siempre estamos en Su presencia “no… huérfanos…”, sino como Sus propios hijos.
Siempre habrá más de Dios por conocer, disfrutar, y adorar. El Espíritu Santo dentro de nosotros es un “deposito”, un “pago inicial”, la “primera garantía” (2 Corintios 1:22), ¡hay aún más por venir y lo mejor todavía está por llegar!