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En el mensaje del pasado fin de semana leímos que Jesús enseñó que no debemos resistirnos al malhechor y que debemos amar a nuestros enemigos(Mateo 5:38-44). Una pregunta lógica y oportuna es entonces: "¿Es mala la guerra?".

 

Esta cuestión se ha debatido a lo largo de la historia del cristianismo. Hasta alrededor del sigloIV -cuando el cristianismo se legalizó en el Imperio Romano- la mayoría de los cristianos eran pacifistas, es decir, en general estaban en contra de la guerra[1]. A medida que el cristianismo se alineó más con Roma, más teólogos cristianos empezaron a apoyar la guerra... en determinadas situaciones. En tiempos más modernos, los cristianos evangélicos han tendido a ser muy patrióticos y a apoyar al ejército. Algunos encuentran apoyo para la guerra y los compromisos militares en las historias de guerra del Antiguo Testamento de Israel y en las alusiones a la guerra que se encuentran en el Apocalipsis.

Nunca debemos leer las Escrituras de forma aislada o sin leerlas a través de la lente de Cristo, entendiendo que Él vino a cumplir la Ley y los Profetas(Mateo 5:17); por lo tanto, lo que se encuentra en el Antiguo Testamento debe interpretarse en última instancia a través de Cristo... y claramente, Jesús valoró a los pacificadores, los llamó "bienaventurados" e "hijos de Dios"(Mateo 5:9). Los pacifistas encuentran apoyo para su postura en las palabras de Jesús y en Su propio ejemplo de no recurrir a la violencia(Juan 18:10-12). Y puedo respetar sinceramente su postura.

Sin embargo, en última instancia, la postura pacifista me parece ingenua y utópica. El mundo en que vivimos está caído, roto y es malvado. Esto significa que hay momentos en los que la guerra puede salvar vidas y limitar la propagación de la injusticia. Los pacifistas tienen razón al calificar la guerra de trágica; yo añadiría que la guerra es una necesidad trágica (trágica porque la guerra provoca bajas y pérdida de vidas, pero necesaria SI frena el mal). Por ejemplo, Pablo enseñó que el gobierno tenía la responsabilidad de usar la "espada" para detener la maldad(Romanos 13:4). Aquí encontramos razones para apoyar los momentos en que la policía y el ejército deben usar la fuerza[2]. Aquí también entendemos que hay una diferencia entre matar a alguien bajo la autoridad del gobierno para detener una fechoría y lo que la Biblia llama asesinato, que es pecado.

Como cristianos, debemos anhelar la paz, rezar por la paz, trabajar por la paz y ver la guerra sólo como último recurso.

 

El pensamiento más útil al respecto procede de Agustín de Hipona (354-430 d.C.), que desarrolló la teoría de la "guerra justa " para ayudar a explicar cuándo una nación debe ir a la guerra y cómo llevarla a cabo.

Agustín enseñó que sólo se debía entrar en guerra cuando se hubieran agotado las opciones de paz, por una causa justa y que la guerra sólo podía ser llevada a cabo por una autoridad legítima (es decir, un gobierno debidamente establecido y reconocido).

En la conducción de la guerra, debe hacerse todo lo posible para minimizar las bajas, la fuerza debe utilizarse proporcionalmente y no en exceso, y debe tenerse cuidado con los métodos de guerra y la conducta de los soldados (es decir, los soldados no deben cometer violaciones).

Por último, Agustín enseñó que el objetivo de una guerra sería el "restablecimiento de la paz y de un orden social más justo"[3].

¿Qué significa esto para nosotros hoy?

  • Reza por nuestros militares y policías.
  • Rezar por los líderes que deben discernir cuándo autorizar la fuerza militar.
  • Ver siempre la guerra como una trágica necesidad (Nunca se puede minimizar la tragedia de la guerra y hay que tener cuidado para evitar dar glamour a la guerra; por ejemplo, un líder político que amenaza con "bombardear" a la gente es preocupante).
  • La pérdida de cualquier vida es siempre trágica.
  • Anhelen, oren y trabajen por la plena realización del Reino de Jesús, cuando la guerra cesará para siempre y las dolencias del corazón humano que causan las guerras y, por lo tanto, la necesidad de luchar trágicamente en la guerra, desaparecerán para siempre.

 

 

[1] John Davis. Ética Evangélica: Issues Facing the Church Today. (Phillipsburg: P & R Publishing, 2004), 242.

[Las Escrituras nunca mencionan ni ordenan que un soldado abandone las legiones romanas cuando se convierte a Cristo. Además, la historia muestra que cuando un soldado cristiano dejaba el ejército, la razón era evitar las tradiciones idólatras practicadas por el ejército romano.

[3] Davis. Ética evangélica, 247-248.