Una oración por la Iglesia

Matt Evans

Publicado el 4 de junio de 2020
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Rey Jesús,

Venimos como Tu pueblo comprado por la sangre de Tu Hijo precioso y eterno. Venimos rotos, desesperados y necesitados. Un virus nos ha recordado que no tenemos el control. Muertes trágicas, violencia sin sentido y racismo sistémico nos han mostrado el mal que acecha en nuestros corazones y luego se manifiesta en nuestras calles. Los dioses de las riquezas, los deportes y el entretenimiento se han reducido. Pero Jesús, Tú vives, Tú reinas, Tú intercedes por nosotros a la derecha del Padre... y Te necesitamos. Queremos que la gente te vea en Tu gloria, la gloria de Tu muerte en nuestro lugar y la gloria de Tu exaltación como el Nombre Sobre Todo Nombre y el único Nombre por el cual la gente puede ser salvada. 

Señor Jesús, ¡que disminuyamos para que Tú crezcas!

Perdónanos por nuestro orgullo y egoísmo. Perdónanos por tolerar pecados que crucificaron a Tu Hijo. Perdónanos por la incredulidad que se manifiesta en la falta de oración. Perdónanos por callar ante las cosas que rompen tu corazón: la pérdida generalizada, la pobreza extrema, el racismo arraigado, el aborto, la injusticia y una Iglesia complaciente. 

Encuéntranos vacíos, rotos y abiertos... por más de Ti y por una nueva llenura de Tu Espíritu. No permitas que nos conformemos con volver a la "normalidad", sino que aspiremos a la nueva normalidad que Tú prometes: Tu vida viviendo a través de nuestros cuerpos y brillando a través de las buenas obras que Tú preparaste de antemano para que camináramos en ellas. 

Que no nos contentemos con menos de lo que Tú prometiste y con menos de lo que ya has realizado en Tu muerte y resurrección.

Permítenos ser el tipo de iglesia que Tú puedes usar, bendecir y favorecer para que Tu Hijo pueda ser exaltado, para que más personas puedan ver Tu gloria en Él y volverse a Él como su propio Salvador, Señor y Rey. 

Permítenos ser más plenamente tu pueblo -santo, consagrado, marcado, sellado, elegido, enviado, amado- para que podamos proclamar tus alabanzas apasionadamente, compartir tu Evangelio con valentía, hacer discípulos de tu Hijo con coherencia, y ser tu Iglesia fielmente.

A Aquel que es poderoso para hacer todo lo que pedimos y todo lo que pensamos, según la fuerza que actúa en nosotros: a Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.